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sábado, 1 de octubre de 2011

ochominutos

Se acercó y sólo con su sonrisa pícara ya sabía que quería jugar, no era difícil intuirlo quizás fue hasta fácil. Se le encendían sus pómulos de un color rosa. Y me parecía gracioso, incluso simpático de que si hubiese sido chica no le hubiese hecho falta ningún tipo de colorete.Se sentó a mi lado, y haciéndose el despistado me tocaba las rodillas y rascaba con sus dedos el vaquero.La verdad es que me hacía cosquillas.
Me hubiese encantado saber qué estaba pensando en ese momento.¿No sientes la impotencia de querer saber lo que piensa esa persona? Aún así, me conformaba con leer entre líneas mas bien estar atenta a sus gestos para saber qué quería decirme sin soltar una palabra.


Y así fue. Estuvimos alrededor de seis minutos mudos como cuando te quedas sin palabras cuando la situación supera los límites, pero este no era el caso era un silencio acompañado de un brillo en los ojos, un silencio con demasiadas palabras, con muchas ganas de romperlo pero otras muchas de seguir con él.
Y no faltó llegar al octavo minuto para fundir el silencio con un roze de labios.Mi lengua y la suya juntas acariciándose muy suave y a la vez muy dulce, la misma dulzura como cuando me toca las orejas y me retira el pelo de la cara.

Y sí, me apeteció jugar a este juego sin reglas, sin medallas ni trofeos.
 Él y yo jugándo a un mismo juego, en el que la ropa que llevábamos era un estorbo en la partida.

¿Quieres saber algo?- Quiero jugar otra vez.

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